Los primeros objetos de escritorio fabricados fueron la grapadora modelo M-5 y un numerador automático modelo M-500 que conquistaron con rapidez el mercado doméstico equipando muchas oficinas públicas y privadas por todo el territorio español.
Tras el éxito de estos productos se concibieron nuevos modelos como afilalápices, pesacartas, taladradoras etc. que contribuyeron aún más a una rápida expansión del negocio, siempre manteniendo como premisa fundamental la fiabilidad mecánica de sus productos. De hecho sus técnicos en el desarrollo de las grapadoras consideraban que “una grapa debería de desfilar por la grapadora con la misma precisión que una bala por el cañon de un revólver”.